
Por Noelia Aráuz SAN JUAN DEL SUR, Nicaragua, 3 oct (Xinhua) — Cada año, entre los meses de julio y enero, uno de los fenómenos más conmovedores de la naturaleza se repite en las costas del Pacífico nicaragüense: miles de tortugas marinas emergen del océano para desovar en la arena cálida y silenciosa del refugio de vida silvestre La Flor, en el municipio de San Juan del Sur, departamento de Rivas. La imagen de estos antiguos reptiles avanzando lentamente hacia la playa bajo la oscuridad de la noche ha convertido a este lugar en un símbolo de conexión entre el ser humano y la naturaleza. Solo en una noche, los especialistas han llegado a contabilizar hasta 2.000 tortugas arribando al mismo tiempo. Este fenómeno forma parte de la temporada de «arribadas máximas», cuando la tortuga paslama («Lepidochelys olivacea»), una especie en peligro de extinción, llega masivamente a las costas nicaragüenses para cumplir su ciclo reproductivo. La paslama, que mide cerca de 70 centímetros, encuentra en estas playas un entorno ideal gracias a la calidez de la arena y la tranquilidad del ecosistema, según el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (Marena), que lidera el programa nacional de protección junto al Ejército de Nicaragua, las alcaldías locales y movimientos ambientales. El esfuerzo se articula bajo la campaña «Juntos Conservamos Nuestras Tortugas Marinas». Cada tarde, biólogos y técnicos recorren la playa para detectar señales de llegada. Cuando cae la noche, la oscuridad se vuelve esencial para no alterar el comportamiento de las tortugas. «Se están asomando a la superficie para ver el panorama del ambiente; entonces ya, cuando cae la noche es importante, cuando estamos aquí haciendo los monitoreos y resguardos, no tener nada de luces, ¿por qué? Porque las luces hacen que se regresen al mar», explicó a la prensa Yuri Aguirre, especialista de biodiversidad del Marena. Una vez en la playa, el proceso puede tomar más de una hora. La tortuga elige el sitio adecuado, excava un hueco y comienza a depositar entre 60 y 120 huevos, actividad que puede durar de 15 a 30 minutos. «Desde que ellas comienzan a salir del mar hasta la playa puede dilatar hasta una hora, una hora y media, porque ella llega al sitio, selecciona y comienza a hacer el hueco para depositar sus huevos. Ahí posteriormente dilata de unos 15 a 30 minutos solo depositando, puede poner hasta 120 huevos, mínimo 60», detalló el funcionario. Los huevos eclosionan naturalmente en la playa y otro porcentaje son cuidadosamente recolectados por el personal del refugio y trasladados a un vivero protegido, donde se catalogan, se marcan con fecha y se monitorean hasta su eclosión. Gracias a este sistema, de enero a septiembre de 2025 se han liberado 193.383 tortuguillos, según datos oficiales del Marena. En el mismo periodo se reportó la anidación de 26.989 tortugas, siendo enero, agosto y septiembre los meses con mayor número de arribadas. El valor ecológico de La Flor va más allá de las tortugas. El área también es hábitat de loras nuca amarilla, mamíferos como leoncillos y grupos de coyotes, lo que evidencia el buen estado de conservación del ecosistema. «Nos sentimos muy contentos y la verdad es que siempre vivimos nosotros trabajando para el cuido y la conservación del lugar, de la playa, que las familias puedan también convivir con este entorno. Son para nosotros un animal increíble, la tortuga es un animal que tiene mucha sensibilidad, pero sobre todo mucho por aprender nosotros de ellas», dijo Estela Morales, alcaldesa de San Rafael del Sur. La reserva se ha convertido también en un destino de turismo responsable, donde tanto visitantes locales como extranjeros pueden observar este fenómeno natural guiados por especialistas. Marvin Murillo, un turista local que llegó con su hijo adolescente, compartió su emoción al presenciar el proceso. «Aquí se cuida y se protege, y lo bonito es que también la gente de Marena tiene manera para explicar sobre la sobrevivencia de ellas, el ciclo de ellas», dijo conmovido. Además de La Flor, el refugio Río Escalente-Chacocente, ubicado entre los departamentos de Carazo y Rivas, también registra arribadas masivas de tortugas marinas, reforzando la importancia de Nicaragua como santuario regional de biodiversidad marina. Fin